
No tengo la intención de demostrar mi afición taurina y mucho menos analizar la figura de Víctor Manuel Coronado, aunque es cierto que la tauromaquia siempre me ha llamado la atención, incluso era abonado en verano, hasta que me aburrieron hasta la saciedad los toritos de estilo sevillano que nos trae Justo Ojeda; la personalidad del ex-presidente, aquel que abandonó su sitio en el palco para llevar la montera de un torero al Rey tras un brindis; los indulto-ritos de Ponce; ese público sin criterio, que pita la salida de un ¿novillo? y luego exige el indulto, y los mismos carteles de siempre.
Víctor M. Coronado ha fallecido y no consiguió hacer el paseíllo desmonterado en la Plaza Real. El empresario no lo introdujo en ningún cartel y eso que sabía de la existencia y los éxitos de este torero, al que conoció en Sudamérica en 2003, pero se olvidó del pliego de condiciones, que exige que todos los toreros de El Puerto deben torear como mínimo una corrida en la plaza de su ciudad.
Como novillero sí estuvo en el albero portuense, de hecho debutó con picadores en septiembre de 1992, sin embargo, se convirtió en matador de toros en Texcoco (México) en abril de 1997 de la mano de "Armillita Chico" y Fernando Ochoa. Por aquí nadie apostó por él. En cambio, en Sudamérica se lució. Llegó a México en 2003 con ocho festejos contratados y al final cerró treinta y ocho, indultando al toro tequilero de Hacienda Guadalupe. Estos triunfos le abrieron las puertas de países como Perú y Venezuela. Se le pueden contar desde la fecha más de 150 actuaciones, con toros de verdad, de los que no se lidian en El Puerto desde no se sabe cuándo.
Los deseos de torear en “su casa”, de volver, quedaron truncados en un accidente en Venezuela. La empresa, entendida en toros, aunque a veces no lo parezca, no comprende los sentimientos y mucho menos lo que siente un torero cuando torea en la plaza de su pueblo. Los Euros no entienden de nostalgia ni de morriña. Las intenciones de Víctor no consistían en un mero capricho, y lo demostró. Se marchó a Sudamérica con la vida resuelta pero con la intención de cumplir un sueño, o su capricho, ser matador de toros. Pero no debutó en su casa y lo triste ha sido el final, regresó en un féretro, dio la vuelta al ruedo y salió por la Puerta Grande de la Plaza Real. Demasiado tarde.
Calle sol. Diario de Cádiz (3 de Noviembre de 2006)
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